lunes, 7 de abril de 2008

Producción Escrita




Por un lado estaba Circe, diosa hechicera que transformaba a sus amantes en animales, y por el otro, Artemisa, diosa de la caza y protectora de animales salvajes, que solía cuidar de los desdichados hombres que habían sido convertidos en serpientes, leones, liebres, halcones, entre otros.
Ellas eran como el agua y el aceite, se odiaban mutuamente. Ambas eran bellísimas, y siempre peleaban por estar mejor vestidas, mejor arregladas, y conseguir mejores hombres. Artemisa era la más ingeniosa, por lo tanto, se tomaba bastante tiempo para ingeniar planes para destruir a Circe, mientras que ésta, solo se ocupaba de mantenerse hermosa. Luego de varios meses de sólo pensar, tuvo una magnífica idea. Ella tenía en su casa, un espejo mágico. El mismo, podía ser programado para hacer a quien lo contemplara más gordo, más feo, más viejo, o simplemente, las tres cosas. Y bueno, escogió las tres, y lo envolvió en un bello papel de regalo con detalles de oro y plata. Le pegó una nota que decía lo siguiente:
Circe:
La verdad es que me di cuenta de que pelear no sirve de nada. Todos sabemos que tú eres la más hermosa y que no puedo competir contigo. Te regalo este objeto que aprecio muchísimo… Me lo dio mi abuelo. Él me dijo que le pertenecería a la más bella, y sé que lo mereces más que yo. Espero lo uses. Mucha suerte, Artemisa.
Al día siguiente, le dejó el paquete en su casa. La hechicera lo recibió sorprendida, pero a la vez muy feliz. Estuvo todo el día frente al magnífico espejo, observando el reflejo de su –por ahora- estupenda cara. Se fue a dormir muy complacida por su gran día, pero ella no sabía que todo se convertiría en una calamidad. Al levantarse, como de costumbre, fue a mirarse, pero se llevó un gran susto…
''¡NOOOOOOOOOOOO!'' -exclamó- ''¿¡¿Qué le has hecho a mi cara?!? ¿¡¿Qué le has hecho a mi cuerpo?!?'' Y le arrojó al regalo, lo primero que encontró, con tal de romperlo.
Al ser hechicera, probó con muchas pociones que realizó para recuperar su aspecto, sin embargo, nada de eso sirvió. Lo único que podía hacer, era tomar venganza. Esperó horas hasta que Artemisa salió de su casa, y aprovechó la ocasión para convertirla en un pequeño e insignificante animal, un ratón.
Así fue como ninguna de las dos ganó esta egocéntrica competencia, y la más bella, pasó a ser Perséfone, la diosa de los infiernos y compañera de Hades.

Wendy Szmid.

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